5.2.16

alguien olvidó que el fuego lo guardo yo.

Escribió la palabra "emoción" en una hoja en blanco y la colgó en la nevera, para ver si al leerla todos los días podía volver a sentir algo. 
Llevaba tanto tiempo teniendo miedo de lo que le recorría por el cuerpo que poco a poco lo fue apagando. Bueno, no fue poco a poco, fue de una sacudida tan violenta que casi le rompe los huesos. La verdad es que la resquebrajó un poco más. Un poco más, porque ya estaba bastante rota.
Sin embargo, no le gustaba nada encontrarse así. Tan seca. Tan muerta. Cada día era igual que el anterior; plano. Demasiado sencillo para una persona que nació complicada, creció rodeada de complicación y probablemente muera de una enfermedad complicada. Por eso no le gustaba. No se gustaba. En ese momento se odiaba cada día. Pero sin odiarse, porque no era capaz de sentir nada.

Por suerte, donde hubo fuego cenizas quedan -o eso dicen-. Y un día un cosquilleo empezó a subir desde la parte baja de su vientre. Subía lento y palpitante, regocijándose por volver a estar ahí. 

¿De dónde vendría aquella sensación? 

De ti.