Y de repente veo que ya no me siento como solía hacerlo;
rodillas dobladas, pie derecho por encima del muslo izquierdo,
espalda recta, hombros relajados.
No.
Ahora curvo la espalda y entonces se cierra el pecho.
Y, así, claro, ¿cómo no iba a costar más respirar?
Si aplasto los pulmones,
si encojo el corazón...
Y de repente lo veo. El fallo, el error.
El descuido de lo simple. De lo mío. De lo esencial.
Y entonces lo noto: es sencillo. Pies sobre la esterilla o libro sobre las manos.
Sin meta.
Sin exigencias ni perfección.
Sin tomar apuntes. Sin nota para examen.
Simplemente para mí.