Es el segundo día consecutivo que nos despertamos desnudos.
Y, cuando repaso los momentos en mi mente, no sé si me gusta más
aquel en el que estoy acurrucada en tu pecho
y agarras de esa forma tan tuya mi cabeza,
notando las yemas de tus dedos en mi frente.
O aquel otro en el que, después de despertarnos ligeramente,
nos giramos al unísono hacia el mismo lado
y me abrazas por la espalda
sintiéndolo todo
piel con piel.