10.12.17

último encuentro

El primer beso fue raro, como todos. La boca le sabía a tabaco y menta. Me gustó pensar que intentó disimular que acababa de fumar porque sabe que no soporto el tabaco. El segundo beso fue mejor. Y el tercero. Y el cuarto. Hasta que dejé de contarlos porque ya no tenía sentido pensar. El sabor a tabaco y menta se fue diluyendo en nuestras salivas y mi piel también se empezó a diluir en la suya. Me quitó la ropa despacio, con cariño, y no me quejé. Yo le quité la suya para estar en igualdad de condiciones. Y desapareció el frío y se desvaneció el dolor. Mi cerebro se paró. Mi cuerpo se arqueó. Dimos todas las vueltas que nos dejaba mi pequeña cama. Una y otra vez. Una y otra vez.

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